Ecopetrol y El Tiempo realizan taller digital en Tumaco

Educarnos para vivir en un país próspero y justo para todos


Por: Fernando Pinzón Pérez
Director de Tumacopopolo

“Queremos una educación que nos abra al fin la segunda oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel Aureliano Buendía. Por el país próspero y justo que soñamos: al alcance de los niños”. Gabriel García Márquez.

Amigos todos: Hace 35 años en un encuentro de periodistas pastusos conté que a muchas personas de la costa nariñense las nombraban los gamonales de la época “manque de maestros”.

Un país al alcance de los estudiantes.
Así, se convirtieron desde virtuosas cocineras hasta diligentes proxenetas en improvisados educadores dispuestos a desasnar compatriotas, recibiendo como pago algunas veces botellas del sabroso aguardiente Nariño,  y en la mayoría de las ocasiones resistiendo el paso de los meses y de los años inclusive, sin contar un solo peso para preparar un pusandao y empeñando hasta la otra vida en la tienda vecina, para continuar en el noble oficio de aprender junto con sus alumnos a desentrañar los misterios de las matemáticas,  y a construir con las vocales y las consonantes la hermosa y ensoñadora arquitectura del lenguaje escrito y hablado.


Por supuesto ha corrido mucha agua bajo el puente de  la democracia educativa  y la situación ha cambiado hasta el punto que de los mil 800 maestros con que cuenta en la actualidad la Perla del Pacífico, la cuarta parte tiene  por lo menos una especialización, una maestría y no falta por allí hasta un doctor en educación, eso sí, producto de su propio esfuerzo y de su bolsillo.

Pero no todo es de oro en este paraíso educativo; por lo menos las ¾ partes del magisterio tumaqueño sobrevive  en la provisionalidad laboral desde finales del siglo pasado, con salarios tan deficientes que los obliga al rebusque cotidiano en otros respetables oficios para que no falte el pan en la mesa familiar.

La primera responsabilidad en la educación, la tienen los padres.
Y aquí señoras y señores, jóvenes estudiantes, está, si no la mayor,  una de las insoportables causas de la baja calidad de la educación municipal: la problemática laboral que arrastra como una pesada carga en las dos últimas décadas y que la obliga a avanzar con paso de dinosaurio olvidado.

Pero también cuentan el hacinamiento escolar, la falta de bibliotecas y ludotecas modernas y actualizadas con el incesante saber universal, el desencuentro del mundo digital contemporáneo con los métodos reducidos del tablero y el marcador en el aula de clase; las sillas suficientes y adecuadas para que los noveles buscadores del conocimiento realicen estos procesos con comodidad; los espacios deportivos y recreativos para que la muchachada ávida de juegos y en constante búsqueda para afinar la sensibilidad, puedan darle rienda libre a la imaginación, la materialización de su vitalidad física y al inagotable  mundo de la creatividad.

Son algunas de las apremiantes necesidades por resolver para enrutar a nuestra comunidad educativa, si queremos ejecutar con éxito el binomio enseñanza-aprendizaje.

En algo parece que estamos de acuerdo en general: una buena educación nos hace mejores personas y nos compromete en  la consolidación de una sociedad con auténtica democracia, o por lo menos nos impulsa a trabajar por una  sociedad que sea incluyente y digna para todos.

Como afirma el científico colombiano en neurofisiología Rodolfo Llinás, comencemos por darle el respeto que se merecen los maestros. En Tumaco es muy necesario.  Son los responsables de formar a nuestros hijos; una tarea tan esencial que solo a ellos nos atrevemos a confiar.

Por eso, es fundamental que como padres estemos atentos, prestos y comprometidos. Es en principio nuestra responsabilidad la cual compartimos con los maestros. Es el otro binomio complementario: padre de familia-educador, que debe convertirse en la más integrada tripleta: padre de familia-estudiante-educador. Es la misión a lograr.

Son los nuevos tiempos para imaginar y plasmar un país justo y próspero para los niños como escribió el nobel García Márquez, pero que también incluya a sus progenitores y educadores por igual.


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